Hace 60 años las mexicanas alcanzaron
la ciudadanía, un suceso que transformó la política nacional, pues
se les permitió pasar de los espacios privados a la vida pública.
Lograr el derecho al voto fue una de
las revoluciones sociales más importantes del Siglo XX, así lo
estima la maestra Rosa María Álvarez de Lara, investigadora en el
Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la UNAM.
En entrevista, la también docente de
la Facultad de Derecho de la máxima casa de estudios afirma que las
mujeres pensaban que, con el voto, “automáticamente se iban a
acabar sus problemas, que íbamos a ser reconocidas como personas,
que nos iban a dar el mismo trato que a los varones; y no”.
Ha pasado más de medio siglo y aún
hay zonas, sobre todo indígenas, donde “si el marido dice que no
vaya a votar, la mujer no va a votar”.
Aunque ya se han ganado espacios en
algunos ámbitos de la vida política nacional, aún las mujeres de
nuestro país tienen que enfrentar la batalla por lograr una plena
equidad de género.
Álvarez de Lara señala en su artículo
“Derechos Humanos de la Mujer, participación política y
democrática”, publicado por el IIJ, que “el ordenamiento
jurídico no ha sido eficaz para modificar un modelo de sociedad
discriminatorio de la mujer, sino todo lo contrario; el derecho ha
sido pieza fundamental para mantener y reproducir un sistema que ha
mantenido mecanismos de subordinación femenina”.
De acuerdo con el Instituto Nacional de
Estadística y Geografía (INEGI), 51.2 por ciento de la población
está conformada por mujeres; sin embargo, actualmente no hay ninguna
mujer gobernadora y hasta ahora no ha habido una mexicana presidenta
de la República.
En seis décadas, cinco mujeres han
sido gobernadoras y una jefa de gobierno: Griselda Álvarez Ponce de
León (Colima, 1979), Beatriz Paredes Rangel (Tlaxcala, 1987), Dulce
María Sauri (Yucatán, 1991), Rosario Robles Berlanga (DF, 1998),
Amalia García Medina (Zacatecas, 2004) e Ivonne Ortega Pacheco
(Yucatán, 2007).
Esto se debe, en gran medida, a la
cultura del machismo, “todavía prevalece y está hondamente
arraigada en nuestra sociedad; hay muchos mitos, por ejemplo, que
somos más débiles que los hombres y necesitamos protección, que no
tenemos la misma capacidad intelectual, que somos malas para las
matemáticas, que las ciencias duras no se nos dan y que, desde el
punto de vista moral, somos poco confiables”, explica Álvarez de
Lara.
Actualmente, el Artículo 219 del
Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales
(Cofipe) establece una cuota de género para los candidatos a
legisladores federales: “De la totalidad de solicitudes de
registro, tanto de las candidaturas a diputados como de senadores que
presenten los partidos políticos o las coaliciones ante el Instituto
Federal Electoral (IFE), deberán integrarse con, al menos, el
cuarenta por ciento de candidatos propietarios de un mismo género,
procurando llegar a la paridad”.
No obstante, en el Congreso se
presentan los casos de las llamadas “Juanitas”, legisladoras que
llegan a ocupar el cargo para después cederlo a su suplente hombre.
Pese a ello, para Rosa María Álvarez
de Lara esta cuota sí sirve y es necesaria, pues es la única forma
de propiciar un equilibrio, a esto se le llama “discriminación
positiva”.
Por su parte, José Salomón García
Moreno, maestro en democracia y formación de valores, por la
Universidad Autónoma de Barcelona, asegura que las mujeres han
luchado hasta el cadalso por la mejora política y su reconocimiento
en todos los ámbitos de la vida social, “cualquier mejora en sus
condiciones es altamente satisfactoria”.
Por lo que la propuesta hecha por el
presidente Enrique Peña Nieto, la semana pasada, para aumentar la
cuota de género de 40 a 50 por ciento es plausible, “deseo que no
sea sólo una promesa para el festejo que se avecina”, e ironizó
“por cierto, ¿tienen algo qué festejar?”.
El también maestro en filosofía por
la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo recordó que no
todas las mexicanas tienen posibilidades de reconocimiento. “Nuestras
indígenas, las domésticas y las obreras de grandes consorcios
empresariales son vilmente explotadas. Incluso desde sus propios
hogares, trabajan, se preocupan por la educación de sus hijos y
preparan alimentos”.
Entregan plenos derechos
El 17 de octubre de 1953 se publicaron
en el Diario Oficial de la Federación las reformas a los artículos
34 y 115 de la Constitución, para entregar a las mexicanas el
derecho al voto.
Excélsior publicó entonces que “Todas
las mujeres de México, a partir de ayer, quedaron convertidas en
ciudadanas, con plenitud de derechos para todos los cargos de
elección popular”.
Un año antes, todavía como candidato
a la Presidencia de la República, Adolfo Ruiz Cortines había
prometido a las mujeres una ciudadanía sin restricciones.
Desde principios de siglo (1916) las
mexicanas ya exigían ese derecho, hubo dos muy importantes congresos
feministas en Yucatán, auspiciados por el gobernador Salvador
Alvarado, político de ideas progresistas y democráticas, en esos
encuentros se planteó insistentemente el voto.
La Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos se modificó en 1953: “Son ciudadanos de
la República los varones y las mujeres que, teniendo la calidad de
mexicanos, reúnan además los siguientes requisitos: haber cumplido
18 años de edad, siendo casados, o 21 si no lo son, y tener un modo
honesto de vivir”.
En respuesta, las organizaciones
femeniles adheridas al Partido Revolucionario Institucional enviaron
mensajes de felicitación y agradecimiento al Presidente de la
República.
Sin embargo, las mexicanas tuvieron que
esperar cinco años para poder elegir, por primera vez al jefe del
Poder Ejecutivo Federal.
Votan por primera vez
En las elecciones del 3 de julio de
1955 las mujeres acuden por primera vez a las urnas a emitir su voto.
En esa ocasión se elegía a diputados federales para la XLIII
Legislatura.
En su edición del 4 de julio, a ocho
columnas, este diario informaba “Dio nueva vida a las urnas la
presencia de las mujeres”.
Tras la jornada el presidente Ruiz
Cortines declaró que “En la vida política de la patria este es un
momento histórico”.
Fue hasta el domingo 6 de julio de 1958
que las mexicanas emitieron, por primera vez en la historia del país,
su voto para elegir a un presidente: Adolfo López Mateos. De acuerdo
con las notas periodísticas de la jornada, López Mateos obtuvo el
triunfo con casi 90 por ciento de los sufragios a su favor; se
agradeció el derecho al voto.
Mujeres de todos las clases sociales,
algunas con niños en brazos, incluso monjas y novicias hicieron
largas filas para elegir al Presidente.
En su portada de la edición del 7 de
julio Excélsior publicaba: “Sin distinción de clases, del brazo
de sus maridos, o con hijos a cuestas; en los aristocráticos barrios
o en los populosos distritos, las mujeres acudieron por primera vez a
las urnas electorales. Su presencia mantuvo a distancia a los
guardianes del orden, militares y civiles, y dio a la reunión
electoral un carácter de tertulia y de familiaridad inusitadas”.
Muchas ciudadanas ignoraban cómo
votar, mientras que las mujeres más preparadas “trazaron con mano
firme su preferencia política”.
La actriz Dolores del Río opinó sobre
el ejercicio democrático: “Don Adolfo Ruiz Cortines nos ha situado
ahora en la igualdad de obligaciones y derechos con el hombre,
políticamente hablando, y creo, sin temor a equivocar, que México
está dando una cátedra de civismo y democracia al resto de los
países del mundo”.
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